Marta Minujín instala un nido de hornero gigante en el centro porteño

Arte & Diseño | 2021-09-02 13:52:31

Marta Minujín durante la visita a Machu Picchu en 1976, para extraer tierra para la obra original
Gentileza Archivo Minujín

La recreación de “Comunicando con tierra”, una obra similar realizada hace 45 años, formará parte de una muestra que ocupará dos pisos del CCK desde mediados de mes

Sin sus característicos anteojos, vestida con jean y camisa floreada, las manos sobre la cintura y una amplia sonrisa. Así se ve a Marta Minujín en una foto tomada hace 45 años en Machu Picchu. “El centro metafísico de Latinoamérica”, como lo definiría después a LA NACION la artista, que entonces se detuvo donde sentía más energía para extraer decenas de kilos de tierra. Con dos valijas llenas de esa materia prima para su obra regresó a Buenos Aires, donde construyó un nido de hornero gigante, similar al que pronto se exhibirá en el CCK.

Convocada para participar de la muestra colectiva Simbiología, curada por Valeria González, Minujín recreó una vez más aquella instalación, que tuvo otras versiones exhibidas en el Museo Nacional de Bellas Artes en 1999 –perteneciente a Colección Fortabat-, en la galería Herlitzka+Faria, en arteBA 2014 y en Site Santa Fe (Nuevo México, Estados Unidos, 2016). Claro que esta vez no tendrá el componente performático de aquella versión de 1976, titulada Comunicando con tierra y exhibida en el Centro de Arte y Comunicación (CAyC) y en La Rural, que incluía un intercambio de tierra internacional.

La instalación original, de 2,30 metros de diámetro por 2,5 de alto, estaba realizada con una mezcla de tierra peruana y argentina, exhibía tres videos en su interior y se acompañaba con bolsas de la tierra importada. Una vez terminada la muestra, estas últimas fueron enviadas a colegas de otros países, con la consigna de que la mezclaran con tierra del lugar y volvieran a enviarla a Buenos Aires, para que a su vez Minujín la llevara de vuelta a Machu Picchu.

Sin sus característicos anteojos, vestida con jean y camisa floreada, las manos sobre la cintura y una amplia sonrisa. Así se ve a Marta Minujín en una foto tomada hace 45 años en Machu Picchu. “El centro metafísico de Latinoamérica”, como lo definiría después a LA NACION la artista, que entonces se detuvo donde sentía más energía para extraer decenas de kilos de tierra. Con dos valijas llenas de esa materia prima para su obra regresó a Buenos Aires, donde construyó un nido de hornero gigante, similar al que pronto se exhibirá en el CCK.

Convocada para participar de la muestra colectiva Simbiología, curada por Valeria González, Minujín recreó una vez más aquella instalación, que tuvo otras versiones exhibidas en el Museo Nacional de Bellas Artes en 1999 –perteneciente a Colección Fortabat-, en la galería Herlitzka+Faria, en arteBA 2014 y en Site Santa Fe (Nuevo México, Estados Unidos, 2016). Claro que esta vez no tendrá el componente performático de aquella versión de 1976, titulada Comunicando con tierra y exhibida en el Centro de Arte y Comunicación (CAyC) y en La Rural, que incluía un intercambio de tierra internacional.

La instalación original, de 2,30 metros de diámetro por 2,5 de alto, estaba realizada con una mezcla de tierra peruana y argentina, exhibía tres videos en su interior y se acompañaba con bolsas de la tierra importada. Una vez terminada la muestra, estas últimas fueron enviadas a colegas de otros países, con la consigna de que la mezclaran con tierra del lugar y volvieran a enviarla a Buenos Aires, para que a su vez Minujín la llevara de vuelta a Machu Picchu.

“Lo permitió el director del Museo de Arqueología de Cuzco; era otro mundo, ahora está todo más cuidado”, observa Minujín, y agrega que “con la pandemia, que no te dejan pasar ni el correo, no voy a estar mandando tierra… ¡Sería un delirio!”

Este año, la artista más popular de la Argentina se vio forzada a crear a distancia un monumental Big Ben recostado sobre los Piccadilly Gardens de Manchester, tras haber presentado en el Museo Nacional de Bellas Artes una obra creada en plena cuarentena e inaugurado en Fundación Santander Implosión!, un proyecto site specific que incluye una experiencia inmersiva. En octubre viajará a Estados Unidos para la presentación del Minucode en una sala propia del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA), que compró esa pieza histórica en 2019.

Los protocolos, sin embargo, siguen imponiendo sus reglas. Si bien el nido del CCK es un 30% más grande que la obra original, no permitirá que el público se sienta como en su casa. No encontrará sillas para ver Hornero, el breve y único video que se proyectará adentro, que registra a Minujín saliendo de la obra de 1976. Esa pieza se trasladó desde el CAyC hasta la tradicional Exposición Rural, donde se exhibió en el pabellón de ovinos y luego fue destruida por una aplanadora.

Los otros dos videos que cobijó el nido en distintas épocas se exhibirán ahora por motivos sanitarios en las paredes de la sala 604: filmados en Súper 8 por Claudio Caldini, Autogeografía y Autogeografía (con máscaras) –presentes respectivamente en las colecciones del Malba y del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía- muestran cómo la tierra es arrojada sobre el cuerpo semidesnudo de Minujín.

“¿Hábitat del futuro?”, se preguntaba la artista al presentar el nido en La Rural, según demostrará el material de archivo que acompañará la obra. Será una entre más de 170 realizadas por un centenar de colegas, que desde mediados de septiembre hasta marzo integrarán la exposición Simbiología: prácticas artísticas en un planeta en emergencia.

“Empezamos a trabajar en este proyecto antes de la pandemia”, señala Valeria González, que además de haber dirigido el equipo curatorial es secretaria de Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura de la Nación. “Simbiología es una palabra inventada, una cruza de simbología –muy usada en el arte- y simbiosis, en alusión a la unión entre lo humano y lo no humano”, agrega sobre el espíritu de esta muestra, que también incluirá obras de artistas como Tomás Saraceno, Adrián Villar Rojas, Luis Fernando Benedit y Víctor Grippo.

En ese contexto, Minujín se revelará una vez más como pionera. “Es la primera vez que un evento de arte y naturaleza se incluye en la exposición Rural –escribía en 1976-. Es así que el arte cumple aquí una función ilustrativa, al recrear en escala humana algo que existió siempre, antes que las ciudades argentinas, y que inspiró el tradicional rancho de barro”.

Por Celina Chatruc